Una anécdota muy graciosa allí por finales de los años cuarenta o principios de los años cincuenta, cuando los monaguillos eran Vicente Adelantado, Bernardino y Ramón Hueso (padre) y colaboraran con D. Eduardo en las labores de la liturgia, éste confiaba bastante en ellos y éstos andaban por la ermita como en su casa. Muchas tardes se quedaban los tres solos jugando por allí.
Un día Bernardino y Ramón estaban ordenando cosas por la ermita y aburridos como estaban se les ocurre mirar la campana. Solos que estaban uno al otro le dice "oye, ¿por qué no le quitamos el badajo a la campana y lo vendemos en la drapería?". Después de dudar un rato deciden que se la quitaban y luego acusarían a los ladrones de la desaparición del mismo.
Volvieron otro día y prepararon el hecho con cuidado se volvieron a quedar solos en la ermita y consiguieron como pudieron desmontar el badajo. Eran niños y por tanto bajitos. La que tuvieron que liar para llegar al badajo.
Ellos todo contentos con su tesoro decidieron ir a la "drapería" del barrio (el chatarrero). Ellos pensaban que les iban a dar un dineral por ellas, pero al llegar allí les dice el drapero: "¿De dónde habéis sacado eso?". Los dos contestan "nos lo hemos encontrado tirado en la calle". El drapero dándose cuenta de lo que era les hecho una bronca de cuidado, a la que siguió la de casa y la del cura.
Cuentan que en ese momento querían que los tragará la tierra. Hoy en día cuando lo cuentan se mueren de la risa.
Si es que estos monaguillos...
Un día Bernardino y Ramón estaban ordenando cosas por la ermita y aburridos como estaban se les ocurre mirar la campana. Solos que estaban uno al otro le dice "oye, ¿por qué no le quitamos el badajo a la campana y lo vendemos en la drapería?". Después de dudar un rato deciden que se la quitaban y luego acusarían a los ladrones de la desaparición del mismo.
Volvieron otro día y prepararon el hecho con cuidado se volvieron a quedar solos en la ermita y consiguieron como pudieron desmontar el badajo. Eran niños y por tanto bajitos. La que tuvieron que liar para llegar al badajo.
Ellos todo contentos con su tesoro decidieron ir a la "drapería" del barrio (el chatarrero). Ellos pensaban que les iban a dar un dineral por ellas, pero al llegar allí les dice el drapero: "¿De dónde habéis sacado eso?". Los dos contestan "nos lo hemos encontrado tirado en la calle". El drapero dándose cuenta de lo que era les hecho una bronca de cuidado, a la que siguió la de casa y la del cura.
Cuentan que en ese momento querían que los tragará la tierra. Hoy en día cuando lo cuentan se mueren de la risa.
Si es que estos monaguillos...
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