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PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LOS DESAMPARADOS.
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sábado, 8 de septiembre de 2012

Domingo XXIII del T.O. 9 de septiembre


Cuestión de valentía y de pobreza.
“Decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios…” Así comienza hoy a interpelarnos la Palabra de Dios por medio del profeta Isaías. Y con ello nos deja claro que la fe no es para cobardes, para aquellos que sólo se fían de su criterio o sólo encuentran seguridad en “el terreno conocido”, en lo de siempre. Resulta igualmente curioso, que en la laboriosa curación del sordo que hoy nos narra Marcos, la única palabra pronunciada por Jesús sea “Effetá”, esto es, “¡ábrete!” ¿Quién dijo miedo? Un cristiano no debiera… y sin embargo somos tan pusilánimes y apocados… ¡ay Dios mío, si de verdad nos fiáramos de ti cambiaría el mundo! Ocurriría lo que profetizó Isaías, los cojos andarían, los ciegos verían, los sordos oirían y la lengua de los mudos cantaría. Si nos abriéramos a ti, si echáramos tantos fantasmas como dejamos que nos pueblen, si expulsáramos tanto criterio vano y superfluo; si no nos dejáramos poseer por el capricho y pensáramos más en quien tenemos al lado. Nos falta valor, Señor.
Pero donde nos puede la fe, donde de verdad se nos hace difícil y desbarramos mucho, es en aquello que hoy le pide Santiago a su comunidad: “No juntéis la fe en nuestro Señor con la acepción de personas”. No os fijéis sólo en los que van bien vestidos, no os juntéis siempre con el chico/a guapo y bienoliente… no miréis tanto el caparazón, ¡eso es de cobardes! Mirad el corazón. “¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos de su reino?” Pues sí, Santiago, llevas toda la razón. Ahí también patinamos, nos dejamos llevar de lo lindo por las apariencias, por las simpatías, por aquello que nos resulta fácil de creer, de pensar y de hacer; por complacer a aquellos que me devolverán luego el favor, por sonreír a aquellos que me devolverán la sonrisa. Y eso, Dios mío, nos aleja bastante de heredar tu reino, porque estamos demasiado ocupados en montar bien el nuestro. Abrámonos al hermano pobre y desamparado, seamos capaces de salir de nuestras seguridades y de hacer algo por los demás, de transmitirles el rostro misericordioso de Dios.
Víctor Chacón Huertas, CSsR

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