Jesús lleva unos días en Jerusalén moviéndose en los alrededores del
templo. No encuentra por las calles la acogida amistosa de las aldeas de
Galilea. Los dirigentes religiosos que se cruzan en su camino tratan de
desautorizarlo ante la gente sencilla de la capital. No descansarán
hasta enviarlo a la cruz.
Jesús no pierde la paz. Con paciencia
incansable sigue llamándolos a la conversión. Les cuenta una anécdota
sencilla que se le acaba de ocurrir al verlos: la conversación de un
padre que pide a sus dos hijos que vayan a trabajar a la viña de la
familia.
El primero rechaza al padre con una negativa tajante: «No quiero». No
le da explicación alguna. Sencillamente no le da la gana. Sin embargo,
más tarde reflexiona, se da cuenta de que está rechazando a su padre y,
arrepentido, marcha a la viña.
El segundo atiende amablemente la petición de su padre: «Voy, señor».
Parece dispuesto a cumplir sus deseos, pero pronto se olvida de lo que
ha dicho. No vuelve a pensar en su padre. Todo queda en palabras. No
marcha a la viña.
Por si no han entendido su mensaje, Jesús dirigiéndose a «los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo», les aplica de manera directa y
provocativa la parábola: «Os aseguro que los publicanos y las
prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios».
Quiere que reconozcan su resistencia a entrar en el proyecto del Padre.
Ellos son los “profesionales” de la religión: los que han dicho un
gran “sí” al Dios del templo, los especialistas del culto, los
guardianes de la ley. No sienten necesidad de convertirse. Por eso,
cuando ha venido el profeta Juan a preparar los caminos a Dios, le han
dicho “no”; cuando ha llegado Jesús invitándolos a entrar en su reino,
siguen diciendo “no”.
Por el contrario, los publicanos y las prostitutas son los
“profesionales del pecado”: los que han dicho un gran “no” al Dios de la
religión; los que se han colocado fuera de la ley y del culto santo.
Sin embargo, su corazón se ha mantenido abierto a la conversión. Cuando
ha venido Juan han creído en él; al llegar Jesús lo han acogido.
La religión no siempre conduce a hacer la voluntad del Padre. Nos
podemos sentir seguros en el cumplimiento de nuestros deberes religiosos
y acostumbrarnos a pensar que nosotros no necesitamos convertirnos ni
cambiar. Son los alejados de la religión los que han de hacerlo. Por eso
es tan peligroso sustituir la escucha del Evangelio por la piedad
religiosa. Lo dijo Jesús: “No todo el que me diga “Señor”, “Señor”
entrará en el reino de Dios, sino el que haga la voluntad de mi Padre
del cielo”
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Difunde la llamada a la conversión. Pásalo (A)
Mateo 21, 28-32
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