Eclo 27,33 - 28,9: ¿Cómo puedes guardar rencor y pedir salud al Señor?
Salmo responsorial 102: El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia
Rom 14,7-9: En la vida y en la muerte somos del Señor
Mt 18,21-35: Te digo que le perdones hasta setenta veces siete
Salmo responsorial 102: El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia
Rom 14,7-9: En la vida y en la muerte somos del Señor
Mt 18,21-35: Te digo que le perdones hasta setenta veces siete
Tanto en los tiempos de Jesús como en nuestro tiempo el corazón del ser
humano está tentado por el odio y la violencia. Cuando hay odio y rencor
el sentimiento de venganza hace presa de nuestro corazón.
No sólo se hace daño a otros sino que
nos hacemos daño a nosotros mismos. Sólo el perdón auténtico, dado y
recibido, será la fuerza capaz de transformar el mundo. Y no sólo
hablamos de un asunto meramente individual. El odio, la violencia y la
venganza como instrumentos para resolver los grandes problemas de la
Humanidad está presente también en el corazón del sistema social
vigente.
El libro de Ben Sira, compuesto alrededor del siglo segundo antes de
la era cristiana, proporciona una serie de orientaciones éticas y
morales para garantizar la madurez de la persona y la convivencia
social. Estamos ante una obra de profundo contenido teológico. El autor,
Ben Sira, señala al pecador como poseedor de la ira y el furor que
conduce a la venganza. Y esta venganza se volverá contra el vengativo.
Por eso el único camino que queda es el camino del perdón. También aquí
aparece la reciprocidad entre perdonar y obtener perdón. No se puede
aspirar al perdón por los pecados cometidos si no se está dispuesto a
perdonar a los otros. Tener la mirada fija en los mandamientos de la
alianza garantiza la comprensión y la tolerancia en la vida comunitaria.
Como vemos, ya desde el siglo II A.C. se plantea este tema de profundo
sabor evangélico.
El núcleo del pasaje de la carta a los Romanos es proclamar que Jesús
es el Señor de vivos y muertos. He aquí una bella síntesis existencial
de la vida cristiana. Para el creyente lo fundamental es orientar toda
su vida en el horizonte del resucitado. Quien vive en función de Jesús
se esforzará por asumir en la vida práctica su mensaje de salvación
integral. Amar al prójimo y vivir para el Señor son dos cosas que está
íntimamente ligadas. Por lo tanto no se pueden separar. Quién vive para
el Señor amará, comprenderá, servirá y perdonará a su prójimo.
En el evangelio, otra vez Pedro salta a la escena para consultar a
Jesús sobre temas candentes en el ambiente judío en que crece la
comunidad cristiana. Pero la actitud de Pedro es la del discípulo que
quiere claridad sobre la propuesta del maestro. No es la actitud
arrogante de los Fariseos y Letrados que quieren poner a prueba a Jesús y
encontrar un error garrafal que ofenda la ortodoxia judía para tener de
qué acusarlo.
Pedro pregunta por el límite del perdón. Pero para Jesús, el perdón
no tiene límites, siempre y cuando el arrepentimiento sea sincero y
veraz. Para explicar esta realidad, Jesús emplea una parábola. La
pregunta del Rey centra el tema de la parábola: ¿no debías haber
perdonado como yo te he perdonado?
La comunidad de Mateo debe resolver ese problema porque está
afectando su vida. El perdón es un don, una gracia que procede del amor y
la misericordia de Dios. Pero exige abrir el corazón a la conversión,
es decir, a obrar con los demás según los criterios de Dios y no los del
sistema vigente. Como diría el juglar de la fraternidad, Francisco de
Asís, “porque es perdonando como soy perdonado”.
En la catequesis tradicional de la Iglesia católica se exigían cinco
pasos, quizás demasiado formales, para obtener el perdón de los pecados:
«examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda,
confesarlos todos, y cumplir la penitencia» -así lo expresaba uno de los
catecismos clásicos-. De tal manera que el perdón y la reconciliación,
si bien son una gracia de Dios, también exigen un camino pedagógico y
tangible que ponga de manifiesto el deseo de cambio y un compromiso
serio para reparar el mal y evitar el daño.
En ese sentido, nuestras comunidades cristianas deben ser espacios
propicios y activos a favor de una verdadera reconciliación basada en la
Justicia, la Verdad, la misericordia y el perdón. Pero nunca el
Evangelio llama a tolerar la impunidad. La Iglesia –o sea, nosotros, los
cristianos y cristianas- debemos apoyar los procesos de reconciliación
por el camino verdadero: la Verdad y la Justicia, el no a la impunidad,
la reconciliación profunda de la sociedad. Así la Iglesia conseguirá el
perdón por su silencio cómplice en algunas de sus figuras jerárquicas
conniventes.
Para la revisión de vida
“Ante Dios todos somos deudores insolventes”, dice el comentario
bíblico. Es cierto: probablemente, todos tenemos mucho de que ser
perdonados… ¿Rezo yo, con humildad, aquello de “perdona nuestras
ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…”
Para la reunión de grupo
- “Ante Dios todos somos deudores insolventes”, dice el comentario
bíblico… En algún sentido es cierto, lógicamente. Pero también expresa
toda una imagen de Dios –y del ser humano- ante Quien nadie es santo,
nadie es digno, todo es pecado… La teoría del pecado original, según la
cual todos entramos en la existencia previa e irremediablemente ya
descalificados por ese pecado, estaría en la misma línea. Cierto tipo de
pastoral apostólica, muy extendida, se construía sobre el mecanismo de
“convencer a la persona de sus pecados”, para suscitar la petición de la
confesión, objetivo final de la acción apostólica. Hacer apostolado
sería lograr que la gente se dé cuenta de que es pecadora y se confiese y
comulgue. Y esa pastoral sería la máxima “misión cristiana”… ¿Estamos
de acuerdo con esa concepción pecaminosa del ser humano? ¿Qué crítica se
nos ocurre a la imagen de Dios –y de persona humana- ahí subyacente?
- Si nos despojáramos de la rutina -que todo lo puede llegar a
ocultar-, ¿a qué suena la expresión “Señor, ten piedad”? En rigor,
¿sería una expresión adecuada para dirigirnos a Dios? Dice Tony de Melo
que de/a Dios decimos a veces cosas que no nos atrevemos a decir de/a
cualquier persona medianamente buena»…
Para la oración de los fieles
- Por la Iglesia, para que sea signo permanente de reconciliación en el mundo y lo haga evidente empezando por ella misma. Oremos.
- Por los gobiernos de los pueblos, para que promuevan un orden social justo y respeten el derecho a la vida y a la libertad de todos los ciudadanos. Oremos.
- Por las diferentes legislaciones del mundo, para que en todas ellas se elimine la pena de muerte, se aplique una justicia igual para todos y se favorezca el perdón y la reinserción social. Oremos.
- Por todas las personas, para que colaboremos en crear un mundo mejor en el que seamos capaces de entendernos desde la igualdad y la justicia. Oremos.
- Por la Iglesia, para que sea signo permanente de reconciliación en el mundo y lo haga evidente empezando por ella misma. Oremos.
- Por los gobiernos de los pueblos, para que promuevan un orden social justo y respeten el derecho a la vida y a la libertad de todos los ciudadanos. Oremos.
- Por las diferentes legislaciones del mundo, para que en todas ellas se elimine la pena de muerte, se aplique una justicia igual para todos y se favorezca el perdón y la reinserción social. Oremos.
- Por todas las personas, para que colaboremos en crear un mundo mejor en el que seamos capaces de entendernos desde la igualdad y la justicia. Oremos.
- Por todos los que han sido ofendidos de cualquier manera, para que
sepan perdonar y olvidar, y así fomentar un mundo en concordia, paz y
justicia. Oremos.
- Por todos nosotros, para que vivamos en actitud permanente de perdón y la ejerzamos con generosidad. Oremos.
- Por todos nosotros, para que vivamos en actitud permanente de perdón y la ejerzamos con generosidad. Oremos.
Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro, Madre nuestra: haz que descubramos la
importancia que tiene para nuestras vidas el sabernos y sentirnos
perdonados y perdonadas por Ti, de manera que también perdonemos de
corazón a quienes que nos han ofendido. Por Jesucristo.
Oh Dios, creador del ser humano, fundamento de la Existencia, del
Amor y de la Gracia; acrecienta en nosotros y nosotras la conciencia de
tener nuestros fundamentos en tu Amor, para que habiendo optado
radicalmente por el Bien y por el Amor, vivamos libres de toda
culpabilidad malsana. Por Ti, que eres el Amor, la Reconciliación y la
Gracia.
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