La primera generación cristiana vivió convencida de que Jesús, el
Señor resucitado, volvería muy pronto lleno de vida. No fue así. Poco a
poco, los seguidores de Jesús se tuvieron que preparar para una larga
espera.
No es difícil imaginar las preguntas que se despertaron entre ellos. ¿Cómo mantener vivo el espíritu de los comienzos? ¿Cómo vivir despiertos mientras llega el Señor? ¿Cómo alimentar la fe sin dejar que se apague? Un relato de Jesús sobre lo sucedido en una boda les ayudaba a pensar la respuesta.
No es difícil imaginar las preguntas que se despertaron entre ellos. ¿Cómo mantener vivo el espíritu de los comienzos? ¿Cómo vivir despiertos mientras llega el Señor? ¿Cómo alimentar la fe sin dejar que se apague? Un relato de Jesús sobre lo sucedido en una boda les ayudaba a pensar la respuesta.
Diez jóvenes, amigas de la novia,
encienden sus antorchas y se preparan para recibir al esposo. Cuando, al
caer el sol, llegue a tomar consigo a la esposa, los acompañarán a
ambos en el cortejo que los llevará hasta la casa del esposo donde se
celebrará el banquete nupcial.
Hay un detalle que el narrador quiere destacar desde el comienzo.
Entre las jóvenes hay cinco «sensatas» y previsoras que toman consigo
aceite para impregnar sus antorchas a medida que se vaya consumiendo la
llama. Las otras cinco son unas «necias» y descuidadas que se olvidan de
tomar aceite con el riesgo de que se les apaguen las antorchas.
Pronto descubrirán su error. El esposo se retrasa y no llega hasta
medianoche. Cuando se oye la llamada a recibirlo, las sensatas alimentan
con su aceite la llama de sus antorchas y acompañan al esposo hasta
entrar con él en la fiesta. Las necias no saben sino lamentarse: «Que se
nos apagan las antorchas». Ocupadas en adquirir aceite, llegan al
banquete cuando la puerta está cerrada. Demasiado tarde.
Muchos comentaristas tratan de buscar un significado secreto al
símbolo del «aceite». ¿Está Jesús hablando del fervor espiritual, del
amor, de la gracia bautismal…? Tal vez es más sencillo recordar su gran
deseo: «Yo he venido a traer fuego a la tierra, y ¿qué he de querer sino
que se encienda?». ¿Hay algo que pueda encender más nuestra fe que el
contacto vivo con él?
¿No es una insensatez pretender conservar una fe gastada sin
reavivarla con el fuego de Jesús? ¿No es una contradicción creernos
cristianos sin conocer su proyecto ni sentirnos atraídos por su estilo
de vida?
Necesitamos urgentemente una calidad nueva en nuestra relación con
él. Cuidar todo lo que nos ayude a centrar nuestra vida en su persona.
No gastar energías en lo que nos distrae o desvía de su Evangelio.
Encender cada domingo nuestra fe rumiando sus palabras y comulgando
vitalmente con él. Nadie puede transformar nuestras comunidades como
Jesús.
José Antonio Pagola
Teólogo.
Enciende la fe gastada de los cristianos. Pásalo. Mateo 25,1-13
Extraído de: http://www.redescristianas.net/2011/11/03/domingo-6-de-noviembre-de-2011-32-tiempo-ordinario-aencender-una-fe-gastadajose-antonio-pagola/
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