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PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LOS DESAMPARADOS.
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viernes, 21 de octubre de 2011

Domingo 23 de octubre de 2011, 30 del Tiempo Ordinario

 

Éx 22,21-27: No serás usurero cargando intereses
Salmo responsorial 17: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza
1 Tes 1,5c-10: Abandonaron los ídolos y se volvieron al Dios vivo
Mt 22,34-40: Amarás al prójimo como a ti mismo

La legislación de Israel estaba orientada a mitigar los efectos del empobrecimiento de las grandes masas de campesinos. El exilio, el desplazamiento forzado por causa de la guerra, la usura… se convertían en una amenaza para la convivencia y, sobretodo, contradecían los fundamentos éticos del pueblo de Dios.
El «código de la alianza» hacía énfasis, no sólo en las rúbricas litúrgicas o en las orientaciones religiosas, sino en la protección de los sectores más vulnerables de la sociedad: forasteros, viudas, huérfanos, jornaleros y pobres en general. Los forasteros porque, en la mayoría de los casos, eran exiliados de la guerra que habían sufrido el desplazamiento forzado y llegaban a las tierras de Israel sin otro recurso que sus propias manos.
La legislación recuerda los beneficios del éxodo y el cambio de situación del pueblo hebreo que pasó de la servidumbre a la libertad. Las viudas y los huérfanos estaban a merced de los parientes varones que detentaban el monopolio jurídico de la tierra. Los jornaleros estaban a merced de los terratenientes que les pagaban cuando se les venía en gana y no al terminar el día, como lo determinaba la Ley. El clamor de estas personas se convertía en una preocupación del Dios liberador que no podía dejar impune a los opresores, explotadores y usureros.
Un hombre del antiguo Israel, como Jesús, se sorprendería al ver que nuestra sociedad se basa en la usura. Para ellos, los exagerados intereses de una deuda eran una auténtica vergüenza. Y más se asustaría al saber que los grandes usureros gobiernan las políticas de los países y determinan quién vivirá satisfecho y cuantos millones de pobres morirán de hambre. La usura es, en la Biblia, un delito comparable sólo con el asesinato. La usura es la mayor amenaza para la gente pobre que se ve obligada a empeñar hasta la propia ropa para poder comer. La usura se origina en la injusta percepción de los valores sociales, pues la ambición y la acumulación se convierten en el objetivo de las relaciones sociales, quitándoles su carácter de gratuidad y solidaridad.
Esta situación queda consagrada igualmente en el plano internacional. Tan consagrada, que se considera natural la situación de sometimiento absoluto con el que las finanzas internacionales, impúicamente especulativas, dominan la vida y el trabajo de las mayorías de los distintos páises, mediante la subida y la bajada, casi enteramente caprichosa, de los «intereses de los mercados internacionales. Hace unos años fue con la Deuda Externa: países enteros gravados con deudas que equivalían a muchas veces su producto nacional bruto anual… es decir, que debían todo lo que podían producir durante varios años, que de hecho se debían a sí mismos.
Y todo ello, proviniendo de unos préstamos que fueron ofrecidos a intereses bajísimos, pero fluctuantes, intereses que una vez contraídas las deudas fueron internacionalmente alzados hasta un 18%, cuando a lo largo de la historia tales intereses nunca habían subido más allá de un 6%. En los préstamos personales sabemos cuándo unos intereses comienzan a ser usureros. ¿Se sabe dónde comienza la «usura» en el plano internacional? ¿No estamos viviendo una situación de usura internacional? Solemos pensar que el mundo civilizado y moderno es muy distinto de aquel mundo de masas pobres y de esclavos que no eran dueños de sí mismos, pero la diferencia no es tan grande: las grandes estructuras de injusticia son ahora mucho más complejas, sofisticadas y masivas.
Pablo interpreta el paso de una mentalidad legalista y opresora, hacia una mentalidad creativa y liberadora, como un cambio de la idolatría al culto al Dios verdadero, al Dios de la Vida. Mientras los hebreos eran prisioneros de los interminables preceptos de la Ley escrita y oral, los así llamados paganos eran esclavos de la incesante marea de modas de pensamiento y de religiones que les impedían descubrirse a sí mismos como esclavos de la idolatría del imperio. Pablo propone a los gentiles no una religión más, sino un nuevo estilo de vida donde el discernimiento, la gratuidad y la conciencia de ser libres constituía el fundamento de la relación con Dios y con el prójimo.
El evangelio apunta, precisamente, en la misma dirección al mostrarnos que para Jesús, el fundamento de la relación con Dios y el prójimo es el amor solidario. Jesús sintetiza el decálogo y casi toda la legislación en su principio de amor fraternal y recíproco.
Los juristas gustaban de probar los conocimientos que Jesús tenía sobre la Ley. Para ellos el mandamiento más importante era la observancia del sábado. Ese día debían dedicarse por completo al reposo y a escuchar la lectura de la Escritura. Con el tiempo convirtieron esta ley en una carga que a duras penas soportaban los pobres.
El sábado había dejado de ser fiesta del Señor y se había convertido en un día lúgubre, lleno de prescripciones ridículas que impedían a las personas movilizarse, cocinar e, incluso, auxiliar al necesitado.
Cuando los juristas preguntan a Jesús por la ley más importante esperan que el cometa un error y se pronuncie contra la Ley misma. Jesús se les adelanta y les hace ver que en la Ley lo más importante es el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor es el espíritu mismo de la legislación divina.
Al colocar estos dos mandamientos como el eje de toda la Escritura, Jesús pone en primer lugar la actitud filial con respecto a Dios y la solidaridad interhumana como los fundamentos de toda la vida religiosa. Incluso, la adecuada interpretación de la Escritura (la Ley y los Profetas) depende de que sean comprendidos y asumidos estos dos imperativos éticos.
Nosotros vivimos hoy en sociedades que tienen muchas más normas que el pueblo judío, incluso nuestras iglesias tienen extensas legislaciones. Vivimos también en un mundo que tiene muchísimos más millones de pobres oprimidos bajo la usura internacional, que los pobres oprimidos por los que clamaron los profetas. La Palabra de Jesús que hoy recordamos y actualizamos en nuestra celebración es una invitación a sacudir nuestra pasividad, a recuperar la indignación ética ante la situación intolerable de este mundo llamado moderno y civilizado, y a volver a lo esencial del Evangelio, al mandamiento principal, a los dos amores.

Para la revisión de vida
La pregunta por lo esencial demanda de nosotros la vuelta a las actitudes esenciales: ¿cómo estoy ante los dos valores esenciales que Jesús proclama, los dos amores, a Dios y al prójimo? ¿Encierro ahí «toda la Ley y los Profetas», o tengo una moral complicada de muchos preceptos no debidamente jerarquizados?

Para la reunión de grupo
- Dios y el prójimo (los dos principales mandamientos) han sido ejemplificados como las dimensiones vertical y horizontal. ¿Es correcta esa “geometría espiritual”? ¿Son realmente “dos” dimensiones, y son dimensiones tan distintas (perpendiculares, la posición más contraria que pueden tomar dos rectas que se relacionan)? ¿No es peligroso adjudicar plásticamente a Dios la dimensión vertical? ¿Qué tiene que ver Dios con el “arriba”?
- «El primero es el más importante, y el segundo es semejante al primero». Si es semejante, ¿es menos importante o es de semejante importancia? Comparemos esta proposición con aquella: «si alguien dice que ama a su prójimo y no ama a su hermano, miente»: ahí parece que el segundo es condición de validez del primero, o sea, más importante en algún sentido… Dialogar sobre esta relación en que Jesús pone a los dos mandamientos.
- Esta moral de Jesús parece no tener más que un capítulo, el del amor. Todos los demás capítulos son subcapítulos y están subsumidos en el capítulo del amor. Pregunta: ¿cuántas normas, mandatos o preceptos dio Jesús sobre la sexualidad? ¿Es que hay mucho más que decir –moralmente- sobre la sexualidad que lo que podamos decir sobre el Amor o sobre la Justicia?
- En 1802, Tomas Jefferson dijo: «Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos lisos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecerán en torno a ellos privarán a la ente de toda posesión, primero por medio de la inflación, a continuación por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron». Comparar esta «profecía» laica de Jefferson con lo que estamos viviendo en los últimos años con la crisis económica mundial a partir del comportamiento de los bancos de Estados Unidos. Debatir: ¿era peor la situación contra la que reaccionaban los profetas de Israel? ¿Qué dirían hoy los profetas?
- Buscar en la red y ver (está puesta oficialmente) la película «Inside Job», sobre la misma crisis económica. Debatir en forum.

Para la oración de los fieles

- Por toda la Iglesia, para que su principal testimonio ante el mundo sea por medio del amor liberador a todas las personas. Roguemos al Señor.
- Por todos aquellos que en su vida saben vivir amando al prójimo, para que sepan superar los reveses que las personas egoístas puedan causarles. Roguemos…
- Por todos los que trabajan por la justicia, para que el ejemplo de su vida convierta a los opresores. Roguemos…
- Por todos los que trabajan por la promoción y la liberación de las personas y los pueblos, para que nunca sean presa del desánimo. Roguemos…
- Por todos los que nos confesamos creyentes, para que nunca olvidemos que lo que verdaderamente agrada a Dios es que no explotemos a los débiles y necesitados. Roguemos…
- Por todos y cada uno de nosotros, para que nunca olvidemos que el mandamiento principal y primero es el del amor. Roguemos…

Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro: aumenta nuestra fe, nuestra esperanza y, sobre todo, aumenta nuestro amor y nuestro sentido de la justicia, de modo que vivamos siempre próximos a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados. Por Jesucristo.

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